MÁS ABURRIDO QUE JUGAR AL BINGO

By Gonza

El otro dia me dicen, brillante idea “¿y si vamos al bingo?”, en realidad era una asignatura pendiente, algo que lo venía postergando, nunca habia ido al bingo. Siempre la timba es linda, los vicios tienen todos algo de fascinación, peligro, están ahí acechando, y uno tiene que cuidarse (creo que mi vida tan agitada y mundana hace que en mi caso el mayor peligro lo constituyan chocolates, ravioles (pero de los que amasa la vieja), helados, tortas y alfajores). Pero esa noche nos fuimos al bingo nomás. Antes muerto que aburrido, en realidad era para morirse. Primero es un encierro, por supuesto, no hay relojes a la vista ni ventanas, como toda sala de juego es atemporal totalmente. Te sentás, dicen que hay canilla libre, pero nadie vino a ofrecernos nada. Pasan unos pibes, ni siquiera alguna señorita amable, a mi me tocaron pibes (evidentemente no era mi día, ni mi noche) los pibes te venden cartones, pero baratos, $4 cada uno, todo es rapidito, vamos, vamos, que se agotan, que se agotan. Compras el cartón, y empieza el bingo. Tenés que marcar a medida que van cantando los numeros, habia unos marcadores rasposos sobre la mesa, que ya estaban llegando al final de su vida útil (no elijas el mordido, porque anda saber quien lo mordió, che). A los piques cantaba una mina (esa era una mina) los numeritos (yo odio los numeros) y tenías que estar como un pelotudo marcando los numeros (23, 14, 04, que se yo...), ojo con perderse un numero porque fuiste, ni se te ocurra sacar los ojos del cartoncito ese de mierda. Yo no enganchaba ni por casualidad (ni línea, ni chincuina, nada, no pasaba naranja), por ahí la mina para de cantar, ¿qué pasa? pregunta ¿hay bingo en sala? Pero... ¿me estás cargando?, no pude marcar ni tres numeritos piojosos y vos ya querés que se termine todo? Nadie contestó nada, por supuesto, mocosa impertinente. Sigue la serie, y por los parlantes se escuchaba la voz femenina monótona y monocorde, profesional y rutinaria 16, 33, 02... y a los dos minutos un chabón de la otra punta del salon vociferó “¡¡BINGO..!!!” Le chantaron sobre la mesa algo que parecia un pimentero y... ¿y? ¿Y después?... ah... después vuelta a comprar cartones pero estos eran un poco más caros, de $ 5.- ¿porqué? Y que se yo porque... y así... ¡sucesivamente! Hasta cuando? ¡Hasta que decidas irte! No era la mejor inversión gastar $4 y $ 5 cada tres minutos para que me esclavicen captando toda mi amable atención por nada. Más que un entretenimiento me pareció una estafa. Y mira que yo soy un boludo que juego a los tragamonedas y no me disgustan, la ruleta siempre me gustó, las cartas, los dados... me gusta todo o casi todo porque la lotería de cartones, me gusta para jugar con la abuela un domingo de lluvia, pero de mucha lluvia... y gracias...

1 comentarios:

Anónimo dijo...

ludopata, reconocelo... ten cuidado