Gabriel
Ante la sugerencia de mi amigo Pato decidí prestar atención a la actitud de la gente que en plena temporada, toma por asalto las peatonales de Mar del Plata y hace de ellas su lugar de rélax. Te encontrás con todo tipo de especímenes, viejos, pibes, minas lindas, feas, chetos, garcas, vagos, borrachos, mangueros, laburantes, artistas callejeros, repartidores de volantes, vendedores ambulantes, encuestadores, gente autodenominada común, etc., etc.. Si prestamos atención, veremos que mucha gente está ahí sin saber qué hace ni adónde va, por horas, y tampoco le preocupa mucho.

Para ejemplificar trataré de describir una caminata de un matrimonio de treinta y cinco o cuarenta años de casados.

Comienzan en la primera cuadra mirando locales que venden remeras rockers y los adornitos de los lobos que cambian de color indicando el estado del clima. Cuando llegan a la esquina, los agarran unas promotoras de tiempo compartido y con la excusa de que se pueden ganar un viaje los tienen cuarenta y cinco minutos contándoles los beneficios que tiene este tipo de inversión, y si los enganchan flojitos los llevan a una reunión donde intentarán venderles el paquete a toda costa.

Después siguen por la segunda cuadra y se ponen a ver al tipo que imita a Gardel, que fue el que me hizo entender por qué a Carlitos le decían el mudo. Salen de ahí, ya con cuarenta volantes en la mano promocionando diversas cosas, y empieza el show de los que venden unos implementos bucales que hacen un ruido similar a los maullidos de los gatos en una orgía. Seguramente compren uno para su nieto, que nunca funcionará o al menos no tan bien como el del vendedor. Siguen caminando entran a alguna galería, miran un par de vidrieras y no pueden dejar de detenerse a ver al de los rompecabezas de alambre, quien los engancha desarmándolo en tres segundos y los pone a intentar con uno durante veinte minutos por lo menos, mientras miran de reojo a la mujer-estatua que está al lado.

Una vez que terminaron con eso, y totalmente decepcionados por su incapacidad, se sientan a tomar un café, en el lugar más choto de la peatonal. Cada café $ 6 por poner cara de turista y no pedir la carta. Al retomar la caminata, y fortalecidos por el reparador café, se disponen a ver al hombre sin piernas que toca la guitarra y canta como yo. Muy mal. Hasta ahí vienen dejando entre uno y cinco mangos por parada, pero esto no los amilana. Siguen con sus caras de turista fascinado con los espectáculos públicos que pueden disfrutar "sin poner un mango", mientras compran un almanaque de bolsillo de 1997 a cincuenta centavos, una bicoca.

En la cuadra siguiente, se pone bueno. Un tipo pinta murales con aerosol y sus dedos, y al lado uno hace retratos y caricaturas como si fuera Ordoñez el de Finalísima del Humor. Imperdible. Bah, imperdible es la cara del pibe que se la hicieron, cuando se da cuenta que no se parece ni un poco al que está en el papel. Pero, como es verano todo vale y la señora decide hacerse uno por la módica suma de $ 30. Otra horita ahí, señora sentada y marido parado al lado del falso Ordoñez poniendo cara de "…qué hijo de p… le sale igual…". Para todo esto, ya te cruzaron diez brujitas y/o rollingas que te manguearon un pesito p´al bondi, el sanguche, o la birra.

Las últimas cuadras ya se caminan más rápido porque hay hambre, cansancio, y los shows se repiten, más estatuas, más mimos, más Sabinas, Gardeles y Cachos Castaña, más payasos, malabaristas, mangueros, pintores y caricaturistas. Qué linda la peatonal, qué de cosas que hay para hacer sin gastar un mango!!!!!!.

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