MIRADAS

MARCELO

Qué cosa la mirada, no? Últimamente he posado la mía sobre otras que me han llamado profundamente la atención. Especialmente sobre aquellas eternizadas en fotografías. A esta altura es necesario aclarar que me considero un observador compulsivo, es decir que estoy "programado", por vaya a saber que huella infantil, para intentar desmenuzar lo que perciben mis sentidos más allá de lo que, en principio, el "observado" haya querido mostrar. En el caso de las fotografías, sean éstas públicas –afiches, campañas publicitarias, etc.- o meramente familiares o privadas, he tratado de deducir qué más que felicidad, alegría y serenidad anidan en esas respectivas miradas.

Y el disparador de tal inquietud, que a esta altura no estaría mal calificar como inútil –una más de la saga de actividades sin sentido que ocupan mis días - , es una fotografía de Ernesto Guevara (el Che para seguidores y enemigos). Guevara tiene el gesto corporal del guerrero, excepción hecha de su mirada, que es tierna y "blanda", por así decirlo. Y ahí me pregunté por qué sería así. Y deduje que este muchacho de buena cuna, con herencia segura, apellido compuesto y presencia galante, un día decidió agrupar los patos que le graznaban en la cabecita y se dispuso a hacer lo que había que hacer, o lo que él pensaba que había que hacer , y marchó a la batalla. Y entró en La Habana fumàndose un puro, cagado de risa, con la satisfacción del deber cumplido. Deber, por otra parte, que se había autoimpuesto. Y allí se posaron sobe sus hombros la gloria, los relumbrones de la epopeya, etc. Su cara fue billete; su sentido el deber lo llevó a ocupar cargos relevantes, y todo eso. Pero no le alcanzó. Esa mirada blanda y esperanzada lo llevo a tierras extrañas y procedió a explicarle a quienes jamás previeron conocerlo, y mchìsimo menos entenderlo, qué era lo que había que hacer para dejar de ser explotados, sometidos y humillados. Y le fue como le fue. Y así, esa mirada tierna nos persigue –no a todos, claro- como un espejo imposible de aguantar. Es la mirada de quien no ha reservado para sí los beneficios espurios de la gloria (fama, adulaciones varias, acceso directo al Olimpo trucho de la izquierda pituca, etc.) y ha decidido dar siempre todo de sí en beneficio de los demás, tolerando incluso y más allá de su muerte, el juicio cínico y patético de todos aquellos que sostienen que "la cosa no es así" pero omiten decir cómo "debiera ser" la cosa.

Después podemos echar el ojo a otro tipo de miradas. Fuera de la obviedad, es decir la mirada inexplicable del niño abusado y/o hambriento, el extravío eterno del exiliado, o esa mirada única de madre a hijo, el resto de ellas son, frecuentemente, algo más que lo que se ve. El gesto de superioridad, seguridad y aplomo que denotan las caras de nuestros candidatos a cargos electivos, no guarda relación con la fragilidad que exhiben sus miradas. Sin ir más lejos, en los afiches de la última campaña, he visto el rostro entre preocupado y resignado de nuestro Intendente Municipal, pero esos ojos no denotaban tales detalles, sino que exhalaban una tristeza conmovedora. Me pareció una mirada triste tipo "pollo mojado", pero además mojado con nafta. Quizás los únicos ojos relajados en campaña sean los de aquellos que saben que, ni por asomo, alcanzarán el puesto en disputa. Y ese es otro tema. Cuanta frustración materna, cuanta presión mediatiza y cuanta dieta exhiben los ojos de aquella rubia pulposa que nos aconseja adquirir ese soutien provocador !! Cuanta alegría esparcen por el aire los ojos de aquellos que posan su osamenta para promocionar playas y casinos que jamás visitarían si no fuera porque han sido contratados a tales efectos !!

Pero vayamos a las fotos familiares. El tío Héctor esconde la pancita, tía Olga extiende su cuello mucho más allá de lo físicamente aconsejable en pos de disimular la papada, la abuela Edith sonríe y sonríe. Jessica y Lucas se franelean en un rinconcito de la instantànea y planean una noche de aquellas. Todo bien. Digan "whisky" y chau. Pero qué hacer con los ojos. Cómo camuflarlos, Cómo esconderlos. No se puede. El tío intenta cotejar en qué se parece aquella Olga de los años 50 a este mamut desdentado que se desparrama a su lado. Tía Olga denuncia lo mismo en su mirada, a más de evocar a Aníbal, su compañero de la secundaria, a quien los años y la ausencia han agigantado al más puro estilo gardeliano. (Aníbal cada vez canta mejor). La abuela mira y no ve. Pero mira. Mira y vigila. Vigila y rumia sus modestas venganzas. Sólo Jessica y Lucas planean lo que planean. Por ahora el uno pensando en el otro. Después vemos. Clic. Clic. Che, pongan cara de alegría. Parece un velorio. Vamos otra vez que salió movida. Las fotos familiares casi siempre salen movidas.

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