HABÍA UNA VEZ...

GABRIEL

Como Uds. saben las temporadas de verano o de invierno, traen a Mar del Plata, una cantidad de espectáculos notable, al punto que es muy difícil poder verlos a todos. No obstante, a mí me gusta ir al circo y cuando puedo voy. Voy a tratar de sacarle el truco al mago, espero que el león se coma al domador, que el equilibrista se caiga, que los payasos hagan chistes malos y no se ría nadie, y espero a que me saquen la fotito, para luego decirle... “ No, gracias”.
El problema es que generalmente vienen dos circos y uno no sabe cual elegir, los dos tienen sus virtudes y sus defectos, y engañan a la gente vilmente. Entre ellos se matan por ver quien gana el premio “Estrella del Mar de Invierno” y arrastra mayor cantidad de público, utilizando para ello diversas artimañas y distintas formas de atraer a los distraídos turistas, como por ejemplo la entrega de entradas gratis, las entradas a la prensa y a los amigos, el 2 x 1, etc. etc..
Como estamos en temporada de invierno, hace unos días se instalaron en la denominada “Manzana de los Circos”, dos bien diferenciados en su estilo:
El primero de ellos, vino con una carpa grande lujosa –la carpa central- y un montón de carpas pequeñas con diferentes espectáculos y artistas de diferentes estilos, ya que es un circo que nació casi con la República y se va perfeccionando o distorsionando día a día. Tenía las estrellas circenses más poderosas y reconocidas, tenía más experiencia y mayor poder de convocatoria, brillaba más. Su dueño, un sureño muy locuaz y altanero, tenía mucha experiencia en el rubro, y por lo tanto se manejaba a gusto y piacere, tenía su prensa, sus fieles e incondicionales seguidores (seguidores cautivos), y se manejaba con una displicencia y una autoridad que hacía que nadie se atreviera a contradecirlo. Por supuesto que tenía animales, una trouppe de monos y perritos falderos giraban a su alrededor siguiendo a pie juntillas sus órdenes e instrucciones, ya que de lo contrario, el dueño tenía el poder de desplazarlos y no darles de comer; y lo que es peor aún, dejarlos fuera de los próximos espectáculos.
El segundo de los circos, tenía una trouppe de artistas pequeña y poco experimentada pero confiada en sí misma, una carpa modesta, algunos gorilas, un toco de dinero bien guardado, algunos contactos con la prensa, contaba con el apoyo de los detractores del otro circo, un grupo chico de seguidores que utilizó muy bien la herramienta del boca a boca, y el corte de la peatonal como estrategia de marketing, lo que llevó a ocupar las primeras planas del mundo del espectáculo, y le generó muchas muchas ganancias. Tenía cuatro dueños que venían del mundo circense - bien diferenciados en sus orígenes- que se habían unido solo por la necesidad.
Cuando la dueña de La Manzana de los Circos, que es la esposa del dueño del circo grande, le quiso cobrar un porcentaje de las entradas a los dueños del circo chico, para –supuestamente- repartirla entre todos las personas que no obtenían beneficio de ninguno de los dos circos, de generó un problema que afectó durante mucho tiempo a toda la población. Se armó un revuelo bárbaro, todos se peleaban con todos, la gente dividió sus opiniones, los dueños se peleaban por los diarios, la radio y la televisión, cortaron calles, rutas y plazas, midieron fuerzas convocando a movilizarse y así convencer al resto de la población sobre quien tenía la razón, convocaron a técnicos y especialistas para que les hicieran dictámenes, y buscaron todos los apoyos posibles.
La dueña de la Manzana, se cansó, y creyendo que tenía garantizado el éxito, decidió que el Congreso de Artistas de Circo, mayormente conformado por monos y perritos falderos, y algunos pocos gorilas y detractores decidiera la contienda, y envió su proyecto para que lo debatieran. Todos estaban medianamente contentos, porque lo iba a decidir un tercero, pero todos aseguraban que el triunfo iba a ser de la dueña de la Manzana de los Circos por los integrantes del Congreso.
Finalmente, y luego de intensas gestiones, charlas y debates, la mitad del Congreso dijo que estaba bien cobrarle al circo chico y la otra mitad que no. Como el que tenía que desempatar era un perrito faldero que había sido traído de un circo chiquitito por la dueña de la Manzana, y le había dado ese lugar, toooooodos creyeron que le daría la razón a la dueña de la Manzana, pero el perrito se quiso llevar un hueso para su cucha, y en medio de su temor, sus nervios y sus cavilaciones, dijo: Mi conciencia no está en condiciones de aprobar este proyecto o algo parecido. Quizás este perrito se muera pronto, pero quien le quita lo bailado...

0 comentarios: