COMO RECONOCER A UN PELOTUDO

Marcelo Sin la más mínima intención de quedar exento de ser considerado yo mismo un pelotudo, me dirijo a la cyberaudiencia con el objeto de volcar algunas apreciaciones –nacidas de la observación y previamente pasadas por el colador de la autocrítica, que como todos sabemos es un gran invento-, e intentar diseñar un esquema que nos permita reconocer y apreciar un pelotudo en toda su dimensión.

Diré además que la palabra pelotudo es precisa y valiosa para definir una tipología personal. Cuando no alcanzan las palabras bobo, boludo, ganso, tagarna, opa, etc., ahì se yergue “pelotudo” como un estandarte, una bandera. A simple vista, boludo y pelotudo significan lo mismo. Han nacido, eso sí, de la apreciación de una cierta lentitud y torpeza producto de alguna inflamación testicular ocasional o permanente. Pero no. Un boludo conserva cierta candidez, atributo que el pelotudo aparenta pero no ejerce. Parafraseando al genial Negro Fontanarrosa, que adjudica ciertas fallas en la revolución cubana a la imposibilidad de articular el vocablo “mierda” por parte de su pueblo (ellos dicen “mielda”, lo cual amortigua notablemente el impacto del improperio), podemos afirmar que la palabra boludo es, tambièn, una versión lught de pelotudo. Y a qué viene todo esto?

Días pasados fui convidado a compartir un asado en casa de un amigo, quien a su vez –naturalmente- tiene otros amigos que desconocìa hasta ese momento. Y fue en esa situación, agradable y relajada –un choricito, un cuento levemente ordinario, un vaso de buen vino, una anécdota inflada y –en general- machista, en que conocí y reconocí a un auténtico pelotudo. Porque este muchacho fue, en menos de dos horas, bobo, opa, boludo y al fin pelotudo, como una suerte de escalafón inverso que lo llevó a la pelotudez terminal, no quirùrgica. Él puso lo suyo y yo lo mío. Y tal vez él esté pensando lo mismo de mí en este momento. Todo bien. Soy esclavo de mis observaciones y también tengo lo mío. En definitiva, lo que me pareció es que hay como un catálogo de actitudes que todo pelotudo arrastra. Si alguna de ellas está ausente, no será considerado un pelotudo. Poniendo blanco sobre negro: para que yo considere a alguien como tal deberá poseer todos los requisitos que a continuación se detallan:

-Teléfono celular muuuuuuuy moderno, el cual permite conocer on line tanto el movimiento de la bolsa de Tokio como los avances en la contratación de Carlos Bianchi como manager de Boca Juniors.

-El celular reposa junto a la cadera y està empotrado en un receptáculo de plàstico forrado en simil-carpincho y permanecerá en modo vibrador durante el ágape. Eso sì, no dejará de vibrar ni un instante.

-La indumentaria consta de mocasines náuticos, pantalón claro y camisa cuya marca referirá gráficamente a algún utensilio,flor o animal huésped de nuestras pampas, tales los casos del caballos, teros, mates, tacos de polo, herraduras, flores de cardo y/o lis, etc. Si la chomba ostenta un cocodrilo, invariablemente serà a rayas horizontales –tipo televisor descompuesto- para demostrar cierta bohemia dentro de un concepto clásico.

-El reloj es grande, mas sus agujas pequeñas, lo cual desnaturaliza su función primordial, pero se deja ver mejor desde lejos. Por otra parte, el concepto de primordial, para un pelotudo, es muy personal. Diremos ademàs que el reloj serà de una marca que en realidad es un perfume, el cual a su vez en realidad es una prenda de vestir, la cual a su vez es una fábrica de cacerolas muy conocida en Laos.

-El peinado es atildado. En caso de incipiente calvicie, se observarà rapado a cero porque se sabe que la pelada prematura suma años y básicamente el pelotudo “debe” ser joven. Siempre.

-El pelotudo siempre llega tarde.

-El pelotudo pide mano dura. Ora Fidel Castro, ora Jorge Rafael Videla.

-La temática de conversación es variada aunque siempre pobre en el concepto. Tampoco es que uno va a un asado y se hace preguntas existenciales: si hemos venido a este mundo a mejorarlo o no, si sobrevivimos en la memoria de nuestros hijos y amigos, etc. Pero como decìa Truffaut (el inventor de las trufas): no hay grandes temas sino grandes tratamientos. Hete aquí que el pelotudo de ley no tiene ni grandes temas, y ni siquiera grandes tratamientos para aquellos en que su pelotudez se lo permite.

-El pelotudo es una suerte de todólogo de la superficialidad. Conoce quienes son los propietarios de los balnearios marplatenses, de los boliches, etc., el precio del agua Dasani, la autonomía del Mini Cooper y los horarios de atención al pùblico del Shopping.

-El pelotudo ejerce el comercio y tiene un socio. Esto es fácil de advertir por cuanto, aunque la charla gire en torno al tamaño que han alcanzado los premolares de Jairo, seguramente el pelotudo insertarà la frase “…mi socio también tiene los dientes grandes…”, lo cual pondrà sobre aviso al resto de los comensales acerca de su actividad diaria, creyendo generar un interès superior a partir de su condición de empresario.

-La actividad comercial especìfica es una incógnita. Posee, eso sì, un tìtulo de licenciado en algo que no se sabe bien que es ni para que sirve, lo cual le ha permitido sosegar la ansiedad de sus padres, que temìan haber parido un pelotudo intitulado.

-El pelotudo es antiperonista, tomado este concepto en su acepción más pelotuda, es decir el cuestionamiento del vestuario de la Presidenta y su esposo, o el tufillo grasún que exhalan los actos partidarios. Generalizando, el pelotudo cuestionarà pelotudamente éste y otros ítems de la conversación.

-El pelotudo està pagando un automóvil en cuotas, las cuales exceden su capacidad de ahorro.

-El pelotudo justifica sus imposibilidades con frases tipo “que querés, si este país es una mierda” o “vivimos dentro de una máquina de impedir”, o “acá no hay reglas claras”, frases que sòlo expresarà cuando su propia realidad se sienta amenazada.

-Ergo, el pelotudo es insolidario. Por ignorante y por conveniencia. Y ahì es donde el vocablo “boludo” no alcanza.

-El pelotudo conoce Camboriu, Las Leñas y Mar Azul. Y sueña con Miami. Y se siente un viajero frecuente habilitado a desarrollar en su imaginación polìticas turìsticas y escalas de precios.

-El pelotudo corre por la costa. Y ha comprado ropa adecuada. Radio con FM y zapatillas running.

-El pelotudo tiene muchas remeras de cuello redondo con inscripciones en el pecho, preferentemente en inglés. Y desconoce su significado. Tanto puede exhibir una con la leyenda “Michigan University” u otra que rece “Drive carefully” o “I am a pelotud”. Lo importante es que sea en inglés.

-El pelotudo conduce su automóvil con el brazo derecho totalmente extendido, en tanto el izquierdo cuelga inanimado por fuera de la unidad. En caso de que el pelotudo resida transitoria o definitivamente en Gran Bretaña u Oceanía,, este procedimiento se invertirá.

-El pelotudo tiene amigos “importantes” y presume de ellos. Son, en general, empresarios marplatenses, con todo lo que ello implica.

-El pelotudo està casado y tiene hijos, que van a guitarra, a inglés y a danza, con independencia de su sexo.

-El pelotudo gusta de la música. Incluso una vez fue a ver un tributo a Ricardo Arjona. Y recuerda vagamente un tango, en general Nostalgias, cuando bebe en demasía.

-El pelotudo no sabe contar chistes ni entiende el doble sentido.

-El pelotudo tiene home theater para oir estruendosamente a Guillermo Andino.

-El pelotudo sostiene que la esperanza patria es Elisa Carrió.

-El pelotudo detesta el ajo. Porque repite.

-El pelotudo tiene varios libros.

-El pelotudo le regala dinero a la esposa para que se compre lo que quiera.

-El pelotudo bebe champagne con helado de limòn. Y llama a ese engendro “lemonchamp”. Tomá.

-El pelotudo concurre a almuerzos con gente conocida –y en lugares visibles-, entendiendo por almuerzos a los que, además de producirse en horas del mediodía, involucran hipotéticos negocios futuros, los que -claro está- jamàs se concretarán, por lo menos con participación del pelotudo. Esta circunstancia no obsta a que el pelotudo sienta que ha participado en algo “importante”.

En fin, releyendo me doy cuenta que acabo de escribir una pelotudez.