CUMPLEAÑOS ERAN LOS DE ANTES

GABRIEL

Hace tiempo que quería hacer un post sobre este tema. Sucede que cada vez que voy a un cumpleaños me pasa lo mismo, me aburro, no me gusta la comida, me siento incómodo, me quiero ir ni bien llegué, e indefectiblemente me vuelvo puteando y preguntándome para que fui.
Todos los cumpleaños son iguales, y no me refiero a aquellos que impliquen un gran despliegue festejeril (léase cumpleaños de 15, de 40, 50, etc.), sino a los habituales y comunes festejos amistoso-familiares.
Arranca mal cuando llegás y no encontrás un lugar que te seduzca para estacionar en esa cuadra toda oscura.
Sigue con los infaltables saludos a toda la fauna familiar. Padres, suegros, abuelo sordo sentado en un rincón más solo que Kung Fu, cuñados, primos y tíos varios (que no se visitan nunca con el cumpleañero y su familia, pero el día que hay un cumpleaños se aparecen quince con una colonia de 10 mangos, unas medias o un pañuelo y se morfan y se chupan todo lo que hay a mano), etc.. Después, siguen los saludos de rigor a los otros invitados que conociste hace algunos cumpleaños, pero no te acordás el nombre, ni que hacían, ni cuál era su mujer para no meter la pata y decirle alguna barbaridad.
Infaltables dos o tres globos pedorros pegados en algún lugar de la casa, minas que van y vienen a la cocina sin hacer nada productivo, los pibes dando vueltas por todos lados preguntando a qué hora se sopla la velita, los chizitos, papitas, palitos, etc. de entrada (no pueden ser de marca buena, siempre de segunda o tercera marca), y de plato principal las empanadas, sandwichs de miga, pizzetas o pizzas; o bien, hamburguesas o choris, perfectamente regados con gaseosas, cerveza o vino no muy caro.
Si llegás temprano (cosa imposible por tu laburo) más o menos te podés acomodar y pasarla aceptablemente bien, pero si llegás tarde seguro que te toca sentarte al lado del más salame de todo el evento o de la mina más fea de todas, que encima, habla hasta por los codos. Si te toca el embutido, tendrás que escuchar toda la noche sus gloriosas conquistas deportivas, como si fuera el Enzo, Ginóbili, Federer o Tiger Woods según la mentira; femeninas, cual si fuera Mariano Martínez, por mencionar a alguien que come bien; o económicas, alegando sobre el crecimiento de la Tasa Libor por sobre la Bid Rate en Qatar como si fuera el premio Nobel. Además, termina su speech queriéndote participar y diciendo... Che y vos cuánto ganás por mes? Estás haciendo guita... no? Que hijo de p..., ustedes los mecánicos dentales si que la hacen bien, eh...
No obstante, ésta última opción dentro de todo es pasable, el gran problema es si te toca la charlatana al lado. En ese caso tendrás que soportar un constante zumbido en las orejas, donde ocasionalmente escuches que ya no hay hombres, que todos quieren lo mismo (Yo supongo que sí, evitarla de cualquier manera), que tiene todo el ajuar para el casamiento, que no tuvo suerte con sus parejas anteriores, que sus dos últimos novios se fueron con minas más chicas que no sabían ni lavarse la bombacha y que recién iban a 2° o 3° año de la facultad, o bien escucharás al pasar que pilates o los gimnasios no dan resultados, que la dieta de Ravenna es mentira, que Cormillot es un chanta comerciante ya que le dio un régimen alimenticio y no tenía ni bombones, ni chocolates, ni pizzas, ni sandwiches, y que por eso dejó de ir, o probablemente oigas así como quien no quiere la cosa, que hace dos años hizo un viaje en un crucero SOLA y un jeque árabe multimillonario se quiso casar con ella, pero que ella no quiso porque iba a extrañar el perro, y estaba bien en ese trabajo en que la tenían en negro y le pagaban $ 500 por 10 horas de laburo.
Después de esa tortura de dos horas, viene el nunca bien ponderado ritual de: Feliz Cumpleaños, foto y soplada de velitas, con todos los chistes en doble sentido incluidos, y todas las versiones cancionísticas de salutación cumpleañal, tales como Feliz Feliz en tu día, Porque es un buen compañero, Happy Birthday to you y Salute Felicidades.
Conclusión: Un embole los cumpleaños, te perdés lo que mirás en tele habitualmente, , llegás a tu casa tarde, cansado y fastidiado, puteando a los cuatro vientos, y jurando y perjurando que no vas más, sabiendo que la historia volverá a repetirse.

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