Si yo hiciera una lista de cosas y dijera: “como ejercicio ordenemos en dos columnas separadas las cosas que se guardan y las cosas que se tiran”. Algunas cosas irìan de cajón a una u otra columna, pero muchas otras quedarían en el medio. Veamos como ha crecido el mercado de los descartables. Quiero volver específicamente al tema de los libros. Ahora hay libros que se consiguen por la calle, vienen con una encuadernación deplorable y son de lo más chabacanos. ¿Quién hubiera imaginado que los chistes de gallegos iban a llegar a un libro? Pero es así. Está el libro de yoga de Andrés Percivale, el libro de los Piropos, el libro de las anécdotas de Menem, etc. Ahora, esto ¿vale la pena guardarlo? Al mismo tiempo nuestro espacio se ha ido reduciendo, antes eran las grandes casonas, urbanas y rurales, los grandes jardines y las grandes bibliotecas privadas. No había para todos pero, en general, había más espacio. Ahora la situación general es la opuesta, vivimos cada vez más reducidos, los espacios se han encarecido. La actualidad nos encuentra en departamentos, casas mucho más chicas y la biblioteca, bien gracias. ¿En que biblioteca lo vamos a poner a ese librito de morondanga? Además, ¿para qué guardar esa porquería? ¿Quién lo quiere? ¿Lo vamos a catalogar? Pero, por favor... la biblioteca lo rechaza, los estantes lo expulsarían. Lo leemos y después lo regalamos o lo tiramos a la basura. Somos consumidores. ¿Tirar un libro a la basura? A nuestros padres y abuelos les parecería una herejía, pero en los tiempos que corren es increíble que en algunos casos no nos quede otra. Otro tema son los electrodomésticos. Antes, comprar un electrodoméstico era todo un acontecimiento. La heladera Siam “a bolita” duraba toda la vida. Era un bien de familia. Ahora enseguida se rompe y ni llamamos al service, que por otra parte es cada vez más caro, y en otros países mucho más. Se impone comprar una heladera nueva, porque viene en cuotas y traen novedades como el “dispenser de gaseosas” o el “sistema no frost” ¿cómo no lo vas a tener? Las tostadoras eléctricas vienen selladas ¿la vas a mandar a arreglar? Pero, si se consigue una en el súper en 12 cuotas con la tarjeta. Tirala, comprás una nueva y chaupinela. Y así siguen los ejemplos. La culpa de todo la tienen los chinos. Los juguetes nuestros sí que eran buenos, hasta los 18 años jugábamos con los soldaditos y el fuerte. Ahora, son para jugar un ratito. Están todos fabricados con un plástico que se hace añicos, van a parar a la basura en tiempo record, y vuelta a comprar uno nuevo. En el blister se ve bárbaro, lo sacás y te dan ganas de llorar. ¿Y las herramientas? Las cuidabas como oro. Ahora hay mucho más baratas pero no duran nada. Cada laburo que emprendés tenés que equiparte de nuevo. Te das el gusto de tener las llaves que querías y destornilladores de toda clase, pero tu sueño dura poco, se te destrozan en la mano de la manera más insólita, parecen de goma. ¿Cuànto duraba un Ford Falcon o un Fiat 600? Una vida. Ahora parece que salen modelos de autos todos los dìas. Y pensemos también que pasaba en las oficinas con las máquinas de escribir, duraban 100 años. Me acuerdo que venía el service ¡A limpiarla! Pesaban 1.000 kilos y eran un monumento a la mecánica. Ahora se usa todo PC y tenés que cambiarla obligado cada tanto, porque si no te dicen ¿qué hacés con esa antigüedad? ¿Dos años sin cambiar la computadora? ¿Sos loco?
CAMBIA, TODO CAMBIA (SEGUNDA PARTE)
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A Cara de Perro (que ladra y no muerde)
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domingo, julio 11, 2004
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